TAMPA – Jimmy Key funcionó bien, Orlando Hernández estuvo caliente. David Cone podía hablar con los periodistas el día que lanzó; diablos, parecía como si pudiera caminar hasta el montículo contigo, si así lo deseabas. Bernie Williams fue educado, pero reservado. Hideki Matsui era un pensador profundo, David Wells no. Masahiro Tanaka se mostró estoico, Johnny Damon llamativo.
He pasado más de tres décadas regularmente cerca de los Yankees y me ha fascinado infinitamente saber si hay un tipo que funciona en este entorno: un anti-Gallo, por así decirlo. Y no estoy seguro de que exista una calidad única para todos, como acentúa el párrafo anterior.
La brillantez de Derek Jeter, por ejemplo, estuvo en lo sencillo que hizo todo y la de Gerrit Cole en lo complejo que lo hace todo. Jeter veía la pelota, golpeaba la pelota; había días que no conocía al lanzador contrario hasta que llegaba al estadio. Cole ve la pelota e imagina dos docenas de cosas nuevas que podría hacer para manipularla, y puedes creer que sabe más sobre las alineaciones rivales que sus propios hijos.
Los jugadores emiten algo en esta atmósfera para enfatizar si van a lograrlo. Digamos que tenía muchas dudas sobre Carlos Rodón cuando los Yankees lo reclutaban, esto continuó durante su temporada de debut a rayas y el miércoles, después de que permitió un jonrón a los Rays en su primer y último lanzamiento, seguro sonó después como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de que no era gran cosa tanto como los periodistas.